¿Cuántos seguimos enojados por cosas que ni siquiera existen en nuestro presente?. Sé que no hay efecto sin causa y que hay situaciones que nos pueden ofender profundamente o afectarnos inclusive durante años.
No es fácil perdonar; podría parecer imposible en algunos casos, sin embargo poder hacerlo nos permite reconocer que también hemos fallado y que necesitaremos ser perdonados. Al descubrir esta realidad, experimentamos la compasión, nos alejamos de conceptos preestablecidos, desarrollando una mentalidad más autentica, menos egoísta, más humilde y sencilla.
Cuando esto pasa dejamos de pelear con la vida, ya que no tenemos tantas preguntas y mucho menos respuestas, no pretendemos ser más listos que la vida y su misterio, simplemente empezamos a valorar el estar aquí, aún a pesar de lo que no podemos solucionar o incluso entender y nos abrazamos a la oportunidad que ofrece el presente.
Hay una trampa en el perdón que necesitamos reconocer para poder enfrentarnos a las situaciones que nos ofuscan en los otros y en nosotros mismos con otra perspectiva. Perdonar no puede provenir de un deseo de superioridad espiritual en la que se ve y se considera al otro inferior.
Este tipo de actitud es solo la misma falta de amor que nos hace movernos en la vida sin consideración. Es un poco más de lo mismo que nos mantiene resentidos, enojados y odiando. Por otro lado también el que pide perdón tiene un ego culposo que necesita encontrar su tranquilidad en el perdón del otro, porque en él no existe todavía desarrolladas las capacidades para poder cambiar. Por eso el perdón, ojalá fuera una situación en la que más allá de los egos heridos y culposos, pudiera ser el momento en el que reconocemos nuestra humanidad y conseguir los cambios justos.
Saber perdonar nos permite disfrutar de las relaciones, ser más empáticos y nos ayuda a solucionar rápidamente los conflictos, beneficiando nuestra salud física y mental. También se sufre menos por causa de la depresión, ansiedad y el estrés que están presentes en la conducta agresiva.
Perdonar es un acto de amor que necesita a veces de tiempo y esfuerzo para poder sentirnos liberados de la angustia y el enojo. Al perdonar se entra en duelo con las expectativas y la desilusión de no tener un mejor pasado. Cuando se perdona no se aprueba una acción equivocada ni tampoco se la minimiza: se trata de un profundo deseo de encontrar la paz. El perdón sirve para superar el dolor emocional. Perdonar es un proceso que opera en nuestra consciencia, por eso no depende del agresor para darlo, es como un regalo que nos damos que nos permite continuar.
Para empezar un proceso de perdón es importante reconocer el daño, qué fue lo que pasó y qué pudo provocarlo. En ocasiones, a pesar de reconocer el dolor, no se identifica la causa y es necesario saber cuál es, para poder cambiar la interpretación que le estamos dando y dejar de identificarnos con pensamientos y sentimientos que nos tienen estancados en el sufrimiento. Podemos viajar a través de la reflexión por cada etapa para establecer donde hay dolor todavía.
Primero hay que determinar las causas del sufrimiento para poder identificar las emociones que están involucradas con el malestar que sentimos. Las tres emociones que probablemente sentimos son el miedo, cuando son situaciones que nos marcaron, por ejemplo en la infancia; puede sentirse culpa y vergüenza cuando se rechazan hechos en los que podemos ser o no los responsables, en el caso del maltrato y el abuso sexual; y la ira es la reacción al sentirnos dañados, la cual se traslada a todas las áreas de la vida personal, de pareja, de familia y laboral.
Cuando ya se ha podido establecer la causa y los sentimientos, podemos expresar mejor el enojo, evitando complicaciones innecesarias. No se trata de acumularlo, lo que se pretende es tener una preferible disposición para hablar. Después es necesario establecer límites para protegernos de futuras transgresiones. Sabemos que hemos perdonado cuando podemos hablar de lo ocurrido o recordarlo sin la carga emotiva que tuvo en su momento, pero de esto depende también de la gravedad de los sucesos. La historiadora Nicole Fabre dice que otro indicador de haber perdonado es recuperar la actividad, devolviéndole la movilidad a nuestra vida, poder retomar la vida confiando en que encontraremos poco a poco en nosotros mismos con la ayuda de nuevos saberes y experiencias la forma de transformar el daño en Perdón.
Errar es humano, perdonar es divino. -Alexander Pope
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