Cuando se nace en Colombia, tomar café es tan natural como respirar; se bebe todo el día como agua que sacia la sed: una sed de sentirse en casa, en familia e incluso vivo.
Para tomar café de la única manera que conozco hace falta el sabor y perfume arábico que se esconde en cada grano; el paisaje, el clima tropical, la luz del sol, las montañas de los Ándes y la tierra fértil Colombiana. Hacen falta las notas herbales, el acaramelado aroma y las cítricas sensaciones que te abrazan en un sorbo; el empuje nacional de cultura y fuerza que transforman la imagen de un país con la magia de su café.
Para tomar café hacen falta los abuelos y sus historias, la casa, el barrio, los amigos, el idioma y acento más bello del mundo para mis oídos; el hogar y la sensación de lo conocido, lo amado, la complicidad de nuestros dichos. Hace falta, el buñuelo, el pandebono y la empanada con sus respectivas salsas.
Hoy que me encuentro lejos, pequeñas costumbres como tomar café no las vivo de la misma forma, aunque en la sangre y en los recuerdos llevo el dulce encanto del paraíso de donde provengo. Prefiero, cuando de tomar café se trata, estar en mi tierra inolvidable y soñada.
Carolina Massa
Cuanto realismo mágico sigue brotando del corazón de cada Colombiano
ResponderEliminarGracias Freddy!
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