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El intelecto no es suficiente sin la inteligencia Emocional



Cuando una persona se encuentra en un estado de alteración de sus emociones, se dice que no esta en condiciones de tomar decisiones importantes por no estar pensando bien en el momento, porque las emociones son importantes para la razón puesto que  ellas la dirigen.

La inteligencia emocional se manifiesta en la capacidad para motivarnos, manteniendo los esfuerzos por alcanzar los propósitos, a pesar de las frustraciones del proceso. También poder controlar los impulsos optando por conductas que conserven o incrementen el bienestar personal sin dañar a los demás. Otra característica de la inteligencia emocional es la capacidad de escoger lo que es gratificante constructivamente como también la capacidad de dirigir y mantener el ánimo en forma regulada. La persona con inteligencia emocional es capaz de calmar sus angustias para que estas no entorpezcan su desempeño en las actividades racionales; goza de tener empatía con otras personas sin tener prevenciones. Estás características ayudan a que  pueda desempeñarse con éxito y experimentar plenitud, a diferencia de otros que, aunque pueden ser intelectuales, no logran avanzar en sus propósitos ni encontrar su sentido de vida.

Los sentimientos se encargan de darle una interpretación a todo lo percibido a través de los sentidos otorgándole significado. Myriam Muñoz Polit indica que la vida emocional es la que motiva el comportamiento, como la percepción para actuar de una forma particular. Por lo tanto, la inteligencia emocional se basa en la forma en que cada persona vive sus emociones.

Existen cinco emociones básicas: el miedo, cuyo propósito es el cuidado y protección, el afecto, que promueve relacionarnos con  otros, la tristeza, la cual nos prepara para retirarnos de lo que interfiere con nuestro buen ánimo y bienestar, el enojo, cuyo objetivo es la defensa y finalmente la alegría, la cual es la valoración de la existencia; su propósito es motivar.

Según Mayer y Salovey  La inteligencia emocional se refiere a un “pensador con un corazón  que percibe, comprende y maneja relaciones sociales. Esto significa que se ha tomado conciencia de las emociones, siendo capaz de reconocer y tener en cuenta los sentimientos que hay en los otros. Las personas con inteligencia emocional elevada son capaces de lidiar con las presiones del día a día y tolerar la frustración que pueda aparecer durante su desempeño, pudiendo trabajar en equipo, además de entablar buenas relaciones gracias a la visión positiva que tienen de si mismas, lo que les permite poder estar en contacto con muchas personas aprovechando la experiencia para aprender de sus fortalezas, desarrollando un mejor desempeño social y personal. Todo lo anterior ayuda para que la persona inteligente emocional participe, conviva y opine en forma pacifica ya que confía en sus capacidades.

Goleman habla de  la inteligencia emocional  que se divide en dos áreas: la inteligencia intrapersonal, que es la capacidad de forjar un modelo realista de uno mismo  accediendo a los sentimientos para orientar las conductas, y la inteligencia interpersonal, que es la capacidad de entender a los demás, distinguir cuáles son sus motivaciones para actuar y poder relacionarse correctamente al comprender las emociones que se manifiestan en los otros.

Podemos, entonces, pensar que no es suficiente tener un buen desempeño académico o tener un gran cúmulo de conocimientos y saberlos aplicar: eso no garantiza que se haya forjado una persona capaz de convivir y experimentar su vida como valiosa o con un propósito; es necesario trabajar para desarrollar la capacidad de orientar las emociones, para que acompañen y guíen  adecuadamente al intelecto. De esta manera se puede aprovechar la riqueza que hay en el proceso entre pensar y actuar.



La clave para tener una mente excepcional, para vivir con pasión eléctrica desde el minuto uno hasta el último, es la inteligencia emocional, esto es, saber movilizar la gasolina que hace carburar las pasiones de nuestra vida: disfrutar de lo que hacemos, aprender, amar, jugar, hacer arte y, sobre todo, no perder el tiempo quejándose. Rafael Santandreu

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