Yo
te miro, yo te miro sin cansarme de mirar y que lindo niño veo a tus ojos
asomar. Gabriela Mistral
Nunca
nos ha dejado ese niñ@ que algún día fuimos, el estar en paz con aquello,
significa consolidar una buena autoestima. Todos tenemos heridas emocionales de
la infancia, ya que en aquel entonces no se contaba con la experiencia y
fortaleza que sólo se desarrolla con los
años; éramos vulnerables en nuestra inocencia la que no permitió asumir algunos
hechos, tal vez como lo hubiésemos
querido o mejor necesitado. Sin embargo podemos tratar esos sentimientos que
han quedado sin resolver, desde el ahora, con el nivel de conciencia y madurez
que hemos alcanzado.
En
la vida hay circunstancias diferentes para todos, para algunos esto implicó
tener que crecer bruscamente asumiendo responsabilidades que no correspondían
para la edad y esto no permitió que se disfrutara de aquellos aspectos que
construyen condiciones mentales sanas y
positivas para la personalidad como el respeto, el amor incondicional, el
apoyo; desarrollando a cambio inseguridades o miedos que se mantienen siendo
adultos y que provienen de ese niño que no pudo desenvolverse con libertad y
acorde a su etapa que se mantiene lastimada
en lo profundo.
Esas heridas pueden manifestarse con miedo al
abandono, una persona que sufrió esta vivencia en su infancia posiblemente lo
haga ser hipervigilante de esta situación que teme y le cueste mantenerse en
relaciones dejándolas antes de que ocurra lo esperado, esto mismo puede pasarle
con proyectos personales. Es importante que se trabaje el miedo a la soledad,
al rechazo y a establecer un contacto comprometido con los demás.
El
miedo al rechazo se presenta en una descalificación de uno mismo, pudo
influirlo el rechazo de los padres, familiares o compañeros. Está experiencia
negativa despierta sentimientos de no ser merecedor de afecto, necesitan
aceptarse y conocerse más para valorarse, aprender a tomar decisiones asumiendo sus consecuencias, les ayudará a fortalecer su confianza y superar la dependencia
afectiva. La humillación es otra herida de la infancia que ocurre cuando se es
desaprobado o criticado poniéndolo en evidencia ante los demás y esto puede
que genere una actitud dura para con los
otros, siendo tiranos como mecanismo de defensa.
Otra herida es la desconfianza al haber sufrido
traición, se puede manifestar con gran temor a la mentira, son controladoras o posesivas, deben trabajar la tolerancia, identificar los
aspectos positivos de las experiencias, deben delegar responsabilidades, asumir sólo las que
les corresponden y no adelantarse a los hechos, vivir un día a la vez y
reaccionar conforme al momento sin prevenciones. Haber vivido injusticia, por la falta de inequidad de padres autoritarios nada afectuosos, con exigencias más allá de
los límites, provoca en los hijos sentimientos de ineficacia e inutilidad, quienes lo han
sufrido probablemente sean personas rígidas, fanáticas del orden y
perfeccionistas, estas personas necesitan adquirir flexibilidad mental, confianza y humildad para poder tomar decisiones sintiéndose más seguros.
Por
medio de la visualización podemos volver a un momento particular de la
infancia, tratando de recordar todos los detalles que nos sean posibles que
caractericen la vivencia para conectar con ella, una vez estemos mentalmente
allí, vamos a entrar a esa escena con la
edad que tenemos actualmente y vamos a darle a aquel niño el soporte que
necesitaba en aquel momento para sentirse mejor. La persona adulta puede
conversar con aquel niño y puede demostrarle cariño a través de la imaginación.
Todo esto ayuda a resolver emociones del pasado que no han sido superadas, el
ejercicio permitirá que por medio de dejar volar la imaginación y creatividad
se pueda entablar contacto con sigo mismo para lograr aceptar e integrar
vivencias y también para perdonar. También los adultos que tienen hijos pueden
contactar con su niño interior por medio de los juegos que comparten con
ellos, su fantasía o a través del arte.
Todos tenemos la necesidad de ser niños,
siendo espontáneos actitud genuina de esa etapa, poder reír y gozar con las
pequeñas cosas simples que componen la vida, eso significa dejar libre al niño
interior, para que se divierta.
Es
necesario conectarnos con el mensaje que nuestro niño nos recuerda, que es
importante relativizar los problemas no darles más importancia de la que tienen
y que aunque hay dificultades todavía se pueden regalar sonrisas. Así mismo
este niño pide amor, cuidado y compartir
con los demás en armonía con aceptación, esos son elementos fundamentales que
construyen la buena autoestima. Recuerda igualmente que se valore lo
básico, que se experimenten cosas nuevas
para superar los miedos y que se ajuste el nivel de exigencia con las capacidades reales, pero
fundamentalmente se trata de no perder la esperanza en la vida y en sí mismo.
Nuestra
salud mental necesita que no permitamos que nuestra vida pierda la capacidad de sorprenderse y de
encontrar en todo ese elemento mágico y especial que hace parte de la infancia
para poder llegar a ser también los adultos que soñamos.
Debemos
escuchar al niño que fuimos un día y que existe dentro de nosotros. Ese niño
entiende de instantes mágicos. Paulo Coelho
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