En la complejidad de las relaciones podemos encontrarnos con personas que nos inspiran mucho agrado o enfado, pero estas sensaciones o apreciaciones sobre los demás tiene que ver directamente con nosotros mismos. Yoshinori Noguchi en su libro la ley del espejo cuenta una historia sobre como las causas de nuestras preocupaciones están vinculadas con vivencias anteriores en otras relaciones, o actitudes que tenemos también son reflejo de estas pero con nosotros mismos. Así mismo deja ver lo importante de atender y resolver los sentimientos que albergamos en las relaciones que nos han afectado negativamente en el pasado, entendiendo que si fuésemos el otro haríamos las cosas igual, por que cada persona responde a su propia historia y a su situación particular de vida que lo ha hecho ser quien es.
Es difícil aceptar que lo que no nos gusta del otro, es un reflejo de algo que nos disgusta de nosotros: por ejemplo el egoísmo que detectamos en la otra persona puede estarnos recordando que seguramente estamos siendo demasiado complacientes hasta el punto de haber dejado de lado nuestras fuentes de inspiración en la vida, como nuestros talentos y gustos, entre otras cosas. Estas proyecciones de nuestro subconsciente se reflejan en nosotros como un mecanismo de defensa que nos alerta que hay algo pendiente que debe ser resuelto, para poder cerrar con ese ciclo de aprendizaje y evolucionar, sino atendemos estos recordatorios esta situación se seguirá manifestando a lo largo de nuestra vida. La naturaleza no acepta vacíos por esto nos revela por medio del comportamiento ajeno aspectos inconclusos en nosotros.
Según Marta Salvat en su libro Tú eres yo, existen diferentes tipos de espejo: El espejo directo es el que nos muestra una situación en la que podemos estar o no directamente implicados, pero al sentirnos afectados nos da la señal de que algo de eso que sucede hace parte de nosotros. Por ejemplo una situación de falta de respeto nos puede indicar que no nos estamos dando el respeto que nos merecemos, que estamos aceptando cosas en nuestra vida que nos restan valoración. El espejo directo se trata de dejar claro que lo que nos llama la atención del otro es lo que se hace consigo mismo.
El espejo opuesto: Son situaciones que llaman nuestra atención o incomodan, detectando que eso contrario que hay en el otro, hace relucir la polaridad en la que podemos encontrarnos. En una situación de violencia domestica, cuando la víctima ha cedido tanto sus derechos y no hace nada por defenderlos o protegerse, entablando una relación entre violento y sumiso. La persona necesita darse cuenta que es igual de violenta que el otro pero consigo misma, al no saber valorarse.
El espejo de los juicios: Nos habla de cuando emitimos juicios de valor etiquetando a las personas solamente en función de nosotros mismos, nuestra historia, cultura o en relación a la carencia de afecto que se pueda haber sufrido; el que condena a los demás está dando la orden para que se mantenga ese comportamiento en relación hacia el ya que el que lo emite hace un juicio subjetivo. Por ejemplo cuando se le dice a alguien que es desordenado se está condenando a seguir viviendo lo mismo con esa persona. Es importante entender que al estar en el lugar del otro se haría lo mismo, ya que él responde a sus propias vivencias. Entender esto hace que los juicios se caigan y el reproche se acabe. El exterior es un escenario y nuestras relaciones responden a una situación interna que las atraen.
El espejo del árbol tras-generacional: Es cuando hay reproches que se mantienen a lo largo de los años en la relación con el padre o la madre y la generación siguiente recoge el relevo de ese pendiente para que la persona sane el vinculo toxico que no esta resuelto. Esos pendientes repercuten en el presente de la persona, entender que esos reproches nos mantienen en el mismo estado de vulnerabilidad emocional, nos permite cortar con el reproche y podemos transformar la realidad, haciendo las cosas diferente de lo que nos toco pasar en esa primera relación con los padres, viéndolo desde la perspectiva de que si estuviéramos en lugar de ellos con su nivel de conciencia haríamos las cosas de la misma manera.
Entender que cada uno tiene razón para ser como es, nos da otra visión de las cosas. Nos damos cuenta que es una perdida de tiempo detenernos en las quejas que tenemos en relación a los demás; se acaban los miedos y se cambia la actitud dolida por una de agradecimiento, al entender que después de aquella vivencia difícil tenemos el poder de elegir otra forma de vivir.
"Hay dos maneras de difundir la luz... ser lámpara que la emite, o el espejo que la refleja. " Lin Yutang
Es difícil aceptar que lo que no nos gusta del otro, es un reflejo de algo que nos disgusta de nosotros: por ejemplo el egoísmo que detectamos en la otra persona puede estarnos recordando que seguramente estamos siendo demasiado complacientes hasta el punto de haber dejado de lado nuestras fuentes de inspiración en la vida, como nuestros talentos y gustos, entre otras cosas. Estas proyecciones de nuestro subconsciente se reflejan en nosotros como un mecanismo de defensa que nos alerta que hay algo pendiente que debe ser resuelto, para poder cerrar con ese ciclo de aprendizaje y evolucionar, sino atendemos estos recordatorios esta situación se seguirá manifestando a lo largo de nuestra vida. La naturaleza no acepta vacíos por esto nos revela por medio del comportamiento ajeno aspectos inconclusos en nosotros.
Según Marta Salvat en su libro Tú eres yo, existen diferentes tipos de espejo: El espejo directo es el que nos muestra una situación en la que podemos estar o no directamente implicados, pero al sentirnos afectados nos da la señal de que algo de eso que sucede hace parte de nosotros. Por ejemplo una situación de falta de respeto nos puede indicar que no nos estamos dando el respeto que nos merecemos, que estamos aceptando cosas en nuestra vida que nos restan valoración. El espejo directo se trata de dejar claro que lo que nos llama la atención del otro es lo que se hace consigo mismo.
El espejo opuesto: Son situaciones que llaman nuestra atención o incomodan, detectando que eso contrario que hay en el otro, hace relucir la polaridad en la que podemos encontrarnos. En una situación de violencia domestica, cuando la víctima ha cedido tanto sus derechos y no hace nada por defenderlos o protegerse, entablando una relación entre violento y sumiso. La persona necesita darse cuenta que es igual de violenta que el otro pero consigo misma, al no saber valorarse.
El espejo de los juicios: Nos habla de cuando emitimos juicios de valor etiquetando a las personas solamente en función de nosotros mismos, nuestra historia, cultura o en relación a la carencia de afecto que se pueda haber sufrido; el que condena a los demás está dando la orden para que se mantenga ese comportamiento en relación hacia el ya que el que lo emite hace un juicio subjetivo. Por ejemplo cuando se le dice a alguien que es desordenado se está condenando a seguir viviendo lo mismo con esa persona. Es importante entender que al estar en el lugar del otro se haría lo mismo, ya que él responde a sus propias vivencias. Entender esto hace que los juicios se caigan y el reproche se acabe. El exterior es un escenario y nuestras relaciones responden a una situación interna que las atraen.
El espejo del árbol tras-generacional: Es cuando hay reproches que se mantienen a lo largo de los años en la relación con el padre o la madre y la generación siguiente recoge el relevo de ese pendiente para que la persona sane el vinculo toxico que no esta resuelto. Esos pendientes repercuten en el presente de la persona, entender que esos reproches nos mantienen en el mismo estado de vulnerabilidad emocional, nos permite cortar con el reproche y podemos transformar la realidad, haciendo las cosas diferente de lo que nos toco pasar en esa primera relación con los padres, viéndolo desde la perspectiva de que si estuviéramos en lugar de ellos con su nivel de conciencia haríamos las cosas de la misma manera.
Entender que cada uno tiene razón para ser como es, nos da otra visión de las cosas. Nos damos cuenta que es una perdida de tiempo detenernos en las quejas que tenemos en relación a los demás; se acaban los miedos y se cambia la actitud dolida por una de agradecimiento, al entender que después de aquella vivencia difícil tenemos el poder de elegir otra forma de vivir.
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